priscilla elvis movie

‘PRISCILLA’, los rincones más oscuros de su relación con Elvis

Sofia Coppola nos regala una cruda visión de cómo la niña de 14 años que conoció y enamoró a su ídolo pasó a ser mujer demasiado rápido y no por un camino de rosas

 

Zapatos de tacón, una perfecta manicura roja, un cardado de altura, pestañas postizas y un eyeliner hecho sin temblor de pulso. Todo ello mientras ‘Baby, I Love You’ de los Ramones suena y llena la sala. Así comienza Priscilla, el regreso de Sofia Coppola a los cines de la mano de una nueva visión de la historia de amor que cautivó al mundo entero durante décadas, a pesar de sus rincones oscuros y red flags que diríamos ahora, la de Elvis y Priscilla.

Buz Luhrmann estrenaba en 2022 su biopic Elvis protagonizado por Austin Butler -quien consiguió su primera nominación al Oscar- como el cantante y Tom Hanks como el coronel Tom Parker. Una película (disponible en HBO Max) que sigue el ascenso social y musical del rey del rock n roll desde sus inicios en Memphis hasta su decadencia a principios de los años 70. Una visión totalmente sesgada que se centró en su carrera y en la que su matrimonio quedaba relegado a esa idea tan de la época de ‘mujer entregada para salvarlo’. Años después, nos llega la respuesta de Priscilla Beaulieu, quien en 1985 publicaba Elvis and Me que ha servido ahora, 30 años más tarde, como base para su propio biopic. Una película que dialoga con la de 2022 y nos muestra la soledad de una niña que tuvo que ser mujer demasiado rápido. Y no, que no te engañe el que se haya estrenado el 14 de febrero, la historia no es tan coquette como parece.

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Ya han pasado meses desde que nos llegaban las primeras fotografías del rodaje y las redes estallaban en comentarios por el parecido de los dos protagonistas, Cailee Spaeny y Jacob Elordi.

En 1959, la vida de una joven Priscilla Ann Beaulieu Wagner -su nombre en aquel momento- de 14 años cambió por completo cuando le presentan a la estrella Elvis Presley, 10 años mayor que ella. Con la inocencia e ilusión propia de la adolescencia -algo que Cailee Spaeny ha sabido bordar con una mirada que hace difícil ver su verdadera edad-, Priscilla cae rendida ante el ídolo de masas y en 1962, tras un ultimátum a sus padres, decide dejarlo todo atrás e irse con él a vivir a Graceland. Cinco años después se casarían y en 1968 nacería su única hija, Lisa Marie Presley (quién murió a principios de 2023, poco después del estreno de la película sobre su padre).

Coppola se pone a los mandos y otorga a la cinta su particular visión y estética con planos cargados de sofisticación y dulzura visual. Una obra que contrasta con su anterior biopic Marie Antoinette (ganadora del Oscar a Mejor vestuario), donde todo era exceso y color. Priscilla no podía ser una película colorida en la que el rosa fuera el centro de atención y en la que todo nos recordara a esos años felices en los que el estilo pin-up reinaba. Priscilla es una incursión a las páginas más oscuras del diario personal de la que fuera mujer de Elvis. Unas páginas que si pudiéramos palpar con nuestras manos estarían salpicadas de lágrimas negras por el eyeliner. Durante cerca de las dos horas que dura el filme somos testigos de lo que vio la protagonista: la soledad, los cambios de humor, las pastillas, las imposiciones, el detrás de la estrella, el “amor” tóxico…

La película se sustenta en un contenido Jacob Elordi en el papel de Elvis Presley (al que ya nos es imposible ver en un rol diferente y que queda bastante plano ante el Elvis de Butler) y una inocente y dulce Cailee Spaeny que consigue llevar el timón con apenas diálogos y una actuación cargada de silencios que hablan más que todas las canciones del rey del rock. Canciones que por derechos no aparecen en la cinta, pero que no son necesarias. Y lo que a primera vista parece un hándicap para una película basada en un matrimonio que es difícil de concebir sin su música, Sofia Coppola nos da la clave de su cinta y una lección sin la que es difícil entrar en ella: no estamos aquí para hablar de él y su música, él no es lo importante.

Cailee Spaeny en la primera parte de la película, cuando aún no ha conocido al rey del rock ‘n roll

El vestuario, el maquillaje y la peluquería son los tres pilares fundamentales sobre los que se alza esta historia. Gracias a ellos vemos y comprendemos a la perfección la personalidad de la protagonista y cómo su adolescencia -recordemos que no llegaba a los 15 años cuando se conocieron- se ve truncada. Un recorrido por las principales tendencias que reinaban a principios de los 60 hasta la etapa más boho de la moda mundial. Empezamos la película con una Cailee Spaeny que bien podría ser la representación carnal de la ternura con una media melena castaña sin grandes peinados, un maquillaje sutil siempre albergado en los tonos nude, choker al cuello (complemento que vuelve a estar de moda) y ataviada con una característica falda midi de vuelo que mucho nos recuerda a la apariencia de la primera Sandy (Olivia Newton-John) en Grease.

Esta primera Priscilla nada tiene que ver con la que aparece tras conocer y empezar una relación con Elvis. Como quien busca una aprobación -que no es necesaria-, vemos cómo la joven, que seguía sin llegar a los 20, cambia totalmente su estilo para empezar, por petición del rey del rock n roll, a vestir con ropa digna del boom total de los años 60. Aparecen las primeras minifaldas y vestidos babydoll (vemos cómo en una escena en concreto su marido le recrimina que esos vestidos no realzan su figura, que debería optar por algo más ajustado) que consiguen dar carpetazo a los looks más soft y naíf. También el maquillaje cambia. Las pestañas postizas y un eyeliner de infarto lucen sobre la joven cara de Prisilla cuando, por presiones externas e internas, se ve en la tesitura de tener que cambiar para poder encajar en un mundo en el que las fiestas y las mujeres están en un mismo nivel, el ocio.

El punto de inflexión de la película recae en el preciso momento en el que vemos ese lavacabezas con los restos del tinte negro que iba a caracterizar a la Priscilla de esa época.

Pero, si hay algo característico de esta etapa es esa melena que cambia de color -ahora la vemos de negro intenso, color que simboliza el misterio y la sofisticación- y que toma formas de dudosa salud para el cuello de las mujeres de la época. Los cardados y el moño choucroute son los protagonistas de la etapa más oscura de Priscilla y como si de una metáfora se tratara, Coppola nos muestra así cómo eso parece ser lo único que se mantiene en pie. Una estética que vemos que prevalece hasta en el momento del parto de su hija Lisa Marie Presley. Una Priscilla que ha roto aguas, con los dolores que caracterizan ese momento y que tanto suponen para una joven, pero que busca el tiempo y las fuerzas para maquillarse y no perder su estilo. Esa idea de la mujer siempre bella, incluso en los momentos más dolorosos. La mujer trofeo que nunca desfallece.

Y todo esto deja paso a una tercera etapa, la tercera parte en la que podemos dividir la película, donde vemos a una Priscilla ya más adulta. Su prioridad ya no es ella, es su hija. Vuelve a su tono de pelo natural, no tiene tiempo – quizás tampoco las ganas- de seguir manteniendo ese negro impuesto, las ondas dejan atrás los cardados y empiezan a aparecer los pantalones de tiro alto y campana, y los estampados florales que serían los protagonistas del movimiento hippie. Y es así, con el diseño de vestuario, cómo la directora nos cuenta (con pocas palabras como tal) el paso de ser una niña que se muda a Alemania porque a su padre lo han trasladado, a mujer trofeo de una estrella de la música para acabar volviendo a sus orígenes. Una vida cíclica. 

Priscilla pasará a la historia del cine como la respuesta a la obra de Buz Luhrmann, pero también como cinta que recorre a la perfección las tendencias de moda de los 60 y 70.


Por tanto, Priscilla (Sofia Coppola) es tal y cómo se esperaba. Un biopic que no intenta romantizar una relación de celos, drogas y autoridad. Y, aunque Elvis sigue siendo el centro omnipresente (incluso la promoción se ha encargado de ello junto a Jacob Elordi, uno de los chicos del momento tras Saltburn), Priscilla pasa a ser nuestra amiga, nuestra confidente, a la que entendemos y con la que conseguimos empatizar gracias al trabajo de Spaeny. Porque después de todo, la cinta de Coppola no tiene por objetivo tirar por tierra al rey del rock -ya tan estigmatizado-, Priscilla nos cuenta el amor que alguien puede albergar incluso cuando las condiciones no son las más idílicas. El amor que prevalece porque, como se aprecia con esa última canción que llena nuestros oídos – ‘I Will Always Love You’,  en la voz de Dolly Parton- siempre les quedará eso: el amor. “Quizás en otro tiempo, quizás en otro lugar”.

priscilla elvis 2023 poster

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